16 mar 2017

Donde los árboles cantan


Sara Sánchez Castro (2º BACH. B) nos recomienda este libro de Laura Gallego, de Ed.SM:  

A pesar de la fama que Memorias de Idhun trajo a Laura Gallego, conociéndose esta trilogía como su mejor obra, dentro de su repertorio hay muchas otras novelas más modestas que hacen temblar igual, o incluso más que esta. No debemos dejarnos llevar por el número de libros de una saga para juzgarlo, ya que en cuestiones literarias, calidad supera a cantidad. Y aunque esa fue la trilogía que dio a conocer a esta escritora, la obra que le dio luz a su nombre en mi biblioteca personal fue Donde los árboles cantan.

Viana, la hija del duque de Rocagrís (una tierra ficticia en la cual se desarrolla la historia) está a punto de casarse, sin haberse planteado mucho más en su vida que la felicidad que le podía traer su, desde hacía mucho, planeada boda. Su vida da un giro de 180 grados cuando una invasión bárbara pone el mundo que conocía del revés. Su padre y su prometido marchan a la guerra, y ni siquiera en su propia casa está segura, pues los bárbaros se apoderan de todo. A partir de aquí, tiene que empezar a valerse por sí misma, haciendo resurgir en ella, una persona completamente cambiada, con la misma esencia, pero miles de aprendizajes hechos. Esto le llevará a lugares en los que nunca hubiera imaginado estar, con personas a las que nunca hubiera imaginado conocer, haciendo cosas de las que nunca se hubiera imaginado capaz… Pero esta fue la forma de conocerse sin las gafas del deber o lo social, de vivir situaciones extremas y presenciar una conversión inimaginable en sí misma. Sin duda, además de la originalidad y las muchas sorpresas que encierra, lo que más destacaría son los escenarios tan diversos y verosímiles a la par que fantásticos a los que nos lleva la obra, desde un caserón ostentoso hasta un prohibido, misterioso y profundo bosque. Guerras, romances, magia y realidad inundan esta novela como una lluvia a un río seco, provocando corrientes cada vez más intensas en nosotros y obligándonos a leer más y más, sin contener la adicción al cosquilleo que cada línea provoca en el estómago. Al igual que a Viana, este libro consigue transportar a un lugar donde los árboles cantan.


             


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