Felicitamos desde aquí a nuestro alumno de 2º ESO A, Francisco Javier Burón Salazar, que ha quedado finalista en la sexta edición del
Concurso "Mi libro preferido". Nos alegramos mucho por su premio y esperamos que lo disfrute y siga compartiendo sus lecturas con esa pasión con la que ahora lo hace.
Os dejamos la recomendación del libro
Robinson Crusoe que Francisco Javier presentó al concurso y que fue publicada en la revista literaria
Mercurio junto con las demás aportaciones:
Era una fría tarde de invierno. Acababa de terminar de hacer los deberes. Tenía en mí una sensación de paz y tranquilidad muy grande, que me impedía hacer otra cosa que no fuera leer. Entonces, cogí el libro de la estantería, me acomodé en mi sofá y proseguí la lectura por el punto en que la había dejado la última vez que leí.
Llevaba ya dos semanas sin leer, debido a que no había tenido tiempo, por los muchos exámenes que había tenido la semana anterior, y cada vez que tenía que quedarme estudiando en mi cuarto hasta avanzadas horas de la noche, se apoderaba de mí una sensación de querer pero no poder.
El libro que estaba leyendo se llamaba “Robinson Crusoe”. Era una novela clásica inspirada en el siglo XVIII, en la que un hombre náufraga en una isla desierta en América, sobrevive durante 28 años y consigue huir con la ayuda de personas que van llegando a la isla durante su estancia allí.
Había llegado más o menos a la mitad del libro, cuando Robinson Crusoe se encuentra en su decimosexto año en la isla, y cuando vive las mejores aventuras del libro.
Cada palabra, cada párrafo, cada página, me mantenía con los cinco sentidos puesto en la lectura, y, en ese momento, si hubiera habido un terremoto, no me hubiera enterado, debido a que solo me ocupaba de la lectura, y nada más.
Estuve atento a las aventuras que le acontecían a Robinson Crusoe, y durante un rato, no pensé en nada más que en cómo se sintió Robinson Crusoe cuando llegó a la isla, y como manifestó su inmensa alegría al llegar a su casa, sano y salvo.
Todo esto hizo que durante más o menos media hora perdiera la noción del tiempo. Cuando me dí cuenta de la hora que era, mi sorpresa fue inmensa y, debido a ello, seguí leyendo con más ganas aún, sin darle importancia más a la hora que era, ni a la hora prevista para acabar la lectura.
El libro me estaba maravillando, y no podía parar de leer de ninguna de las maneras, así que prolongué mi tiempo de lectura unos minutos más, ya que estaba muy enganchado al libro.
Empezaba a tener un poco de sueño, pero mis ganas de leer eran incansables, y seguí leyendo, aun pensando que si prolongaba mucho mi tiempo de lectura, a la mañana siguiente estaría más cansado que de costumbre.
Había leído ya una gran cantidad de páginas, cuando de repente: ¡Aparecí en un barco rodeado de multitud de marineros!
Me encontraba en un estado de sorpresa, pero a la vez no sabía ni donde estaba, así que le pregunté a uno de los marineros:
-Buenas tardes. ¿Podría decirme en qué barco estamos?
-Hola buenas. ¿Es usted marinero?