26 abr 2017

Hombres desnudos


HOMBRES DESNUDOS, de Alicia Giménez Bartlett
Por Juan E. Escalona (profesor de Matemáticas)

Javier, un joven profesor de Literatura, contratado a tiempo parcial en un colegio religioso, sufre los efectos de la crisis al ser despedido de forma imprevista. Las consecuencias de este despido, tanto a nivel personal, como en la relación con su novia, le abocan a una crisis psicológica de la que intenta sobreponerse trabajando como stripper en un club de las afueras de Madrid. Por otro lado, Irene, empresaria ejemplar en la cincuentena, ve cómo su matrimonio modélico así como la empresa heredada de su protector padre, empiezan a hacer aguas, y frente a ambas realidades, decide romper con una vida de apariencias y moderación. El encuentro entre ambos personajes conlleva una relación que discurre por sendas nada comunes: en esta guerra de sexos, es precisamente el hombre joven, atractivo y stripper el que busca desesperadamente el cariño y el afecto mientras que ella solo quiere usar, pagar y tirar, sin sentir para nada la necesidad de un mayor compromiso o apego . Con dos secundarios de lujo (Iván, el amigo del protagonista, un macarra de manual y Genoveva, la pija renegada de la sociedad, que vive solo para sus frivolidades), esta trama nos absorbe por completo en su desarrollo para desembocar en un final, totalmente inesperado y que cierra la historia de manera realista y contundente.

Y si el contenido del libro no es nada convencional, aún lo es menos su redacción:

25 abr 2017

Patria


PATRIA, de Fernando Aramburu
Por Alberto Perales (profesor de Lengua Castellana y Literatura)



Una novela sobre el terrorismo de ETA que todos tendríamos que leer. Los mayores, que nos acostumbramos a vivir con las imágenes del terror- por entonces sin censura- en el telediario; los jóvenes para que entiendan un poco más de la historia de este país. Los vascos, porque difícilmente podrán evitar identificarse, por acción u omisión, con alguno de los personajes de la novela; el resto de españoles, que tantas preguntas nos hicimos cuando tratábamos de entender qué estaba pasando. Y, cómo no, las víctimas y los verdugos. Porque al fin y al cabo, Patria es la novela de la reconciliación y el perdón.




23 abr 2017

La elegancia del erizo



L’ÉLÉGANCE DU HERISSON, de Muriel Barbery
Por M. Carmen Contreras Valle (profesora de Francés)

Las relaciones humanas rígidas y encorsetadas de varias familias de la burguesía parisina son el punto de partida de la historia, y los apartamentos de lujo donde cohabitan es el escenario en que se desenvuelve esta novela; mejor dicho, las zonas comunes: la portería, los pasillos, el ascensor… son esas zonas límites, esos pequeños espacios que tienen que compartir a pesar de ellos. Esas fronteras físicas delimitan también fronteras sociales y, sobre todo, fronteras mentales.

Como centro neurálgico, una portería habitada por un ser peculiar, una portera que cumple con creces todas las expectativas que su trabajo le impone; aspecto físico, comportamiento, gustos culinarios y aficiones. Sin embargo, esconde una personalidad bien distinta, y se nos revela como un ser humano de gustos estéticos exquisitos.
Una mujer que ha cultivado durante toda su vida inquietudes intelectuales interiores, siempre en secreto.

Esa vida secreta, escondida, es compartida por momentos con Manuela, la mujer de la limpieza de uno de los apartamentos.

Día Internacional del Libro

¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!!  Y tú, ¿qué vas  a leer hoy?


"Un lector vive mil vidas antes de morir. Aquel que no lee solo vive una." (Georges R. R. Martin)


7 abr 2017

Sola

Por Gloria Nieto Párraga (4º ESO D)
Premio Concurso relatos de terror, horror, misterio


Me encuentro sola, en mi habitación, tapada de la cabeza a los pies y totalmente aterrorizada. Me encuentro agotada, en mi guarida, envuelta en una sábana de sentimientos y totalmente aterrorizada.

No paro de recordar a los monstruos de la película, pensando en que en cualquier momento pueden aparecer y hacerme daño. No paro de recordar todos  esos  malos  momentos,  pensando  si  han  ocurrido  de  verdad  y  me  han vaciado por dentro.

No me atrevo a abrir los ojos, ni a pedir ayuda, ni siquiera a encender la luz. No me atrevo a  pensar en la realidad, ni a preguntársela a alguien, ni siquiera verla por mí misma.

Lo único que se me  pasa  por  la cabeza en estos momentos es gritar, intentar dejar de pensar en esos temibles seres, pero no puedo. Lo único que se me pasa por la cabeza en estos momentos es llorar, intentar descargar mi rabia, pero no puedo.

Es de noche, tengo tanto frío que me muero, aunque tenga cinco edredones encima. Estoy en la oscuridad, tengo el corazón tan frío que me muero, aunque mi temperatura corporal sea de treinta y siete grados.

Miro mi colchón, está mojado, no me puedo imagibnar que la pesadilla que he tenido haya provocado esto. Miro mis ojos, están empapados, no me puedo imaginar que este mundo me haya provocado esto.

Me siento una cobarde, nunca había llegado a este punto, a pesar de que siempre he ignorado esas películas. Me siento débil, nunca había llegado a este punto, a pesar de que siempre he superado cada obstáculo. 

La Señora de las marionetas

Por Guillermo Arranz Sánchez (4º ESO C)
Premio Concurso relatos terror, horror, misterio


Era una tarde lluviosa en Ark Town y Lucy no estaba de muy buen humor, ya que estaba calada hasta los huesos. El camino de vuelta del colegio a casa nunca se le había hecho tan largo. No sentía las manos del frío, su abrigo en teoría impermeable había cedido al incesante golpeteo de la lluvia, y sus pies chapoteaban en el interior de sus zapatos.
Le dio una patada a una lata de Coca-Cola, que desapareció por un callejón a su izquierda. Lucy levantó la cabeza y miró el callejón con detenimiento. ¿Había estado siempre ahí? Nunca lo había visto. Giró la vista a la calle donde se encontraba. Todavía quedaba mucho que andar para llegar al siguiente cruce y girar a la izquierda en dirección a su casa. Con un poco de suerte la callejuela tendría una salida al otro lado y se ahorraría todo ese camino.
Sin nada que perder, se adentró en ella. Los muros grises a los lados estaban cubiertos de hiedra y musgo. En el pavimento había porquería de todo tipo y cubos de basura a los lados, a rebosar de desperdicios. Lucy se tapó la nariz y la boca; aquello apestaba. No tardó en preguntarse si el atajo merecía la pena.
—Más te vale tener una salida al otro lado —amenazó al callejón con un gruñido.
Entonces algo llamó su atención. Tras girar la calle ligeramente a la derecha, vio un cartel de madera sobre un escaparate y una puerta de madera antigua. En el cartel se podía leer: "La Señora de las Marionetas", y debajo: "La mejor tienda de títeres artesanales".
Lucy pegó su rostro al escaparate, observando las bellas muñecas de lana que había expuestas, con hilos en las extremidades. Al fondo de la tienda había marionetas más grandes y de todo tipo: personas con diferentes oficios, caballeros y princesas, dragones, animales de todas las especies...
Lucy miró la hora. Las tres y media. Todavía tenía tiempo para echar un vistazo sin que su madre se preocupase. Y quizá dentro habría calefacción... 

6 abr 2017

Verdaderos monstruos

Por Sara Romero Moreno (2º ESO B) 
Premio Concurso de relatos de terror, horror, misterio.

Las estrellas estaban escondidas tras las densas nubes en aquella noche de octubre, en la que las gotas de rocío otoñal bajaban lentas por los parabrisas. El asfalto, también húmedo, hacía difícil el camino de aquella muchacha que cruzaba la calle, esperando el verde del semáforo, a pesar de no haber ni un solo coche. Se le había hecho tarde en la biblioteca. Tras estudiar unas cuantas horas, se le había hecho irresistible coger uno de esos libros de terror que tanto le gustaban. Adoraba ese género pero, sobre todo, los de monstruos; desde vampiros o fantasmas hasta dragones y mantícoras. Tras varias horas buceando entre las letras, el malhumorado bibliotecario le había pedido que abandonase el recinto, que tenía que cerrar.


Empezó a escuchar un ruido, como un chapoteo tras de ella. Pero no era nada, sólo el viento, arrastrando folletos de propaganda olvidada. Se aferró a su carpeta, sintiendo cómo el sudor entre sus dedos humedecía el plástico. Aceleró el paso, deseando llegar a su piso, refugiarse entre las mantas, y probablemente seguir donde lo había dejado con su querido amigo Poe. 

Volvió a escuchar el ruido, y giró la cabeza hacia todos lados de nuevo. Nadie otra vez. 
Tal vez sea un vampiro. Y con una risa interna pensó: Vamos, “Drac”, intenta hacerme algo. Lo he leído todo sobre ti, amigo. Dejó vagar a su imaginación y algo más calmada, comenzó a descartar posibles bestias que podrían atacarla. Un hombre lobo no, porque no hay luna llena. ¿Un dragón en Sevilla? No lo creo. Un basilisco tampoco porque no hay grandes cañerías. Y un fantasma menos porque no he abierto ningún…

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una mano grande, de dedos gruesos y palma callosa sobre su boca. Ahogó un grito, y dejó caer todos sus libros al suelo, donde las historias dejaron de tener sentido, y la tinta huyó junto a la lluvia por un desagüe. Forcejeó inútilmente con aquel hombre, que la arrastraba al callejón del bar donde desayunaba todos los días antes de ir a la universidad. 
Se aferró al brazo del agresor y con sus uñas le marcó un profundo arañazo desde el codo a la muñeca. Él blasfemó, y la tiró al suelo de un puñetazo. No sabía qué hacer. Le dolía el pómulo y todo le daba vueltas. Tenía sangre bajo las uñas y en la barbilla, y se había hecho daño en las rodillas al caer. Toda su ropa estaba húmeda y tenía más frío que nunca. 
Aquel hombre rasgó los botones de su camisa, y la arrojó a algún lugar entre los cubos de basura. 

Entonces, ella comprendió que sus fantasmas y sus vampiros eran inofensivos. Que no eran más que historias divertidas en la seguridad que te daba poder cerrar el libro en cualquier momento.
Comprendió que los monstruos existían, y había uno mirándola con una maliciosa sonrisa, en la entrada de aquel oscuro callejón. 

Dedicado a todas esas guerreras, que libran batallas con los más horribles monstruos.